Quédate en casa

Soy de las que no pueden quedarse en casa, y me toca salir a trabajar.

Reconozco que no estoy luchando cara a cara con el virus, estoy luchando con las secuelas psicológicas que está dejando a su paso, e intentando prevenir lo que, lamentablemente, sabemos que vendrá.

Y hoy tengo que hacer un agradecimiento:

De corazón agradezco a mis pacientes haberse quedado en casa y haber podido comunicarnos por videollamadas.

Para todos los que nunca lo habían hecho, al principio era raro, pero al correr los minutos, esa rareza se disipaba, y volvíamos a sentirnos tranquilos y seguros, como cuando vienen a mi consulta… diría que incluso mejor, porque alguno se tiro en su sofá relajado 😌 mientras hablabamos, con su mantita… otro tomaba su refresco favorito… vamos! Que no estuvo nada mal.

Estas tecnologías son de agradecer, porque nos conectan y no nos sentimos solos en todo esto.

Fue un día bueno, los recursos que habíamos trabajado previamente, les están sirviendo para adaptarse a todo esto.

Esta es una situación nueva, diferente, extraña, una situación que por momentos da miedo… pidan ayuda. Pidan ayuda a profesionales responsables que los podrán ayudar a gestionar todo esto y prevenir futuros más duros.

Vuelvo a decirlo, quedate en casa.

No están solos….juntos es mejor!

Ánimo para el día a dia!

Coraje para lo que vendrá!

El dolor de un Padre

Esta semana estuve con mucha actividad, fue una semanita de esas que una ya tiene ganas de que llegue el fin de semana para desconectar.

Entre las cosas que me pasaron, una que me dejó reflexionando fue el dolor de un Padre, al hablar de la enfermedad de su hijo, que es paciente mío. Lo raro, era que el padre no era mi paciente, pero terminé teniendo ganas de ayudarlo. Este hombre, me había pedido una entrevista para hablar de su hijo, y terminamos hablando de él, de cómo estaba llevando la enfermedad de su hijo, el diagnóstico tan duro que le había confirmado ( esquizofrenia), sus miedos, sus prejuicios, el dolor que sentía ante la impotencia de “no poder hacer nada”, la culpa, la rabia, la tristeza… derrepente ese hombre se rompió, comenzó a llorar con una pena tan profunda.

Me hizo reflexionar, ¿ cuántas veces tenemos en cuenta a las familias, a los padres y hermanos, abuelos, parejas e hijos de nuestros pacientes.? ¿Les dedicamos tiempo para desahogarse de sus penas por la enfermedad grave de su familiar? ¿Nos tomamos un tiempo para explicarles qué es lo que ocurre?¿como evoluciona la enfermedad?¿ellos como pueden ayudar?…

Me dió mucha pena este hombre, terminamos hablando (un poquito) de él y pidiéndome perdón por romperse así delante mío. ¿Perdón a mí? Antes de que se fuera le pedí permiso para hablar con su médico de cabecera y que lo remitiera a él a algún servicio de salud mental, para que lo ayuden a pasar este proceso. A ACEPTAR lo que no se pueda cambiar, a CAMBIAR lo que se pueda, y cultivar la SABIDURÍA para ver la diferencia.

No sólo tenemos que ver a nuestro paciente, la familia también sufre. Sentí la necesidad de ayudarlo, de escucharlo, de darle ese tiempo que él también está necesitando. Tantos sueños rotos, tantas expectativas frustradas, tanto dolor sin encauzar, sin respuestas, sin motivos, sin sentido. Estoy convencida de que la terapia le ayudará a responder todas estas cuestiones, y a encontrarle un sentido a tanto dolor. Porque estoy segura, de que ese hijo, no podía tener un mejor padre que él.